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coleccionista

Los 88 años vividos por Eva Klabin transcurrieron exactamente entre la primera y la última década del siglo 20 (1903-1991), garantizándole el lugar de espectadora de los más importantes acontecimentos de su tiempo. Nacida en São Paulo, el 8 de febrero de 1903, era la primera hija de los inmigrantes lituanos Fanny y Hessel Klabin, que aún tuvieron Ema y Mina. Su padre, junto con los hermanos Mauricio y Salomón, fue uno de los fundadores de las industrias de papel y celulosa Klabin.

Eva cursó los primeros años escolares en tradicional colegio paulista, completó los estudios secundarios en Suiza y en Alemania y los concluyó en Nueva York. Dominaba, entonces, tres importantes idiomas: el francés, el alemán y el inglés, base sólida para su cultura. En 1933, se casó con el abogado y periodista Paulo Rapaport, austriaco naturalizado brasileño, cambiando São Paulo por Río de Janeiro, donde vivió hasta el final de su vida. En febrero de 1957, Eva se quedó viuda de Paulo, que falleció en Alemania. El matrimonio no tuvo hijos.

El hábito de coleccionar lo heredó del padre, gran apreciador de piezas de plata. Ella se acostumbró a contar que sus primeras adquisiciones, dos pequeñas pinturas de paisaje del pintor holandés del siglo 17, Glauber, fueron hechas aún en la adolescencia. Esas pinturas se encuentran, todavía hoy, en el acervo de la Fundación Eva Klabin. Nacía así la vocación que Eva conservaría por toda la vida, y que la haría una compradora compulsiva de objetos de arte, de aquellos que fuesen de su total agrado. De gusto ecléctico, se inclinaba más hacia la Antigüedad clásica, recayendo su gran pasión sobre el Renacimiento italiano.

Después del fallecimiento de Paulo Rapaport, Eva se recogió por algún tiempo. Pasado el luto, se reintegró a la vida social, recuperando la alegría de vivir y el entusiasmo por el coleccionismo. Mujer transgresora, cambia el día por la noche, cultiva tertulias de amigos entre bohemios y artistas, ofreciendo cenas después de medianoche. Desafía los moldes tradicionales de la sociedad carioca. Hace nuevos viajes y pasa a dedicarse, con desvelo, a la búsqueda de obras de arte que acabarían por ampliar su colección, entonces en fase de plena expansión. Adquirirá piezas en anticuarios paulistas y cariocas, y también en reputadas casas de Roma, París, Londres, Zurich, Viena, Madrid o Barcelona y otras tantas rematadas en las subastas de Buenos Aires, Londres y Nueva York. La fascinación por el Oriente acabó en viajes a Japón, a China, a Birmania, a Tailandia, a India, a Indonesia y a Singapur, durante los cuales raros y bellos objetos fueron adquiridos y, hoy, constituyen el núcleo oriental de la colección.

La casa de la avenida Epitácio Pessoa, construida en 1931 y adquirida por Eva Klabin en 1952, pasó, en los años 60, por una amplía reforma de siete anos, con la intención de ampliarla y adaptarla para abrigar la colección. Tomaba los primeros pasos para transformarla en fundación. Mientras tanto, anfitriona refinada, hizo de su casa y colección el escenario ideal para recibir personalidades de gran expresión nacional e internacional, entre las cuales el ex-presidente Juscelino Kubitschek, el israelense Shimon Peres y los norteamericanos David Rockfeller y Henry Kissinger, ex-secretário de Estado. Amiga de Burle Marx, sus fiestas eran conocidas por la sofisticación, sobre todo de los arreglos florales, especialmente creados en su homenaje, por el amigo paisajista.

Al lado de esa intensa vida social, Eva Klabin tenía un placer especial por las cosas sencillas. Le gustaba pasar temporadas en su casa de campo “Gisela”, en Teresópolis, donde se dedicaba a la creación de aves y animales y a la convivencia con la naturaleza. Tenía gran estima por los animales, del caballo Ariel a los perros de varias razas que, tratados con muchos cuidados, fueron sus fieles compañeros hasta el fin.

Noctívaga, en el periodo final de su vida, el mayor placer de Eva Klabin era recibir a los amigos para compartir con ella del placer estético de su colección. En los momentos de soledad, pasaba horas contemplando las pinturas y esculturas de la Sala Renacimiento. Pero era en la Sala Inglesa, rodeada por los pintores del siglo 18 inglés, donde prefería sentarse, siempre en el mismo sillón, para beber whisky, oir Bach, Mozart, Beethoven y Brahms y dedicarse a la lectura de las novelas policiacas de Agatha Christie y Simenon, que aguzaban más aún su espíritu de coleccionadora, ávida por nuevos descubrimientos.

El gran hecho de Eva Klabin fue trazar un largo recorrido por la historia del  arte, valiéndose del buen gusto y de la oportunidad de reunir piezas de varias culturas y antiguas civilizaciones, formando un panorama del arte, del Egipto Antiguo al siglo 19. Esos objetos y obras de arte, distribuidos por los diez ambientes del museo-casa, forman un conjunto que es la expresión de la personalidad única de Eva Klabin.

Sin herederos, Eva generosamente legó su casa y colección a la ciudad en que vivió. En enero de 1990, año anterior al de su fallecimento, ella vio concretizado su sueño de vida, una vez que la Fundación Eva Klabin, institución no lucrativa para fines culturales, pasó a existir legalmente, divulgando su nombre e ideal.

El desafío de esta mulher arrebatada acabó por convertirse en una obra prima. No escaparía a la verdad la afirmación de que Eva Klabin trajó el mundo para dentro de su casa. Así, si la casa representaba su mundo, incontestablemente, era allí el lugar donde ella disipaba algunas dudas y confirmaba innumerables certezas…

Eva Klabin falleció el 8 de noviembre de 1991.

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